jueves, 26 de abril de 2012

Panameño sobreviviente de bote varado dice que barco los desdeñó




Adrián Vásquez, sentado junto a su madre, Nilsa de la Cruz, de 42 años, durante una entrevista con The Associated Press fuera de su casa en Río Hato, Panamá, el jueves 19 de abril de 2012. (Foto AP/Tito Herrera)Ver fotoAdrián Vásquez, sentado junto a su madre, Nilsa de la Cruz, de 42 años, durante una entrevista …
RIO HATO, Panamá (AP) — Un panameño y dos amigos suyos habían estado a la deriva por 16 días en un bote de pesca en el Océano Pacífico cuando vieron un enorme navío blanco. Estaban salvados, pensaron, y Adrián Vásquez comenzó a agitar un suéter rojo.
Observadores de aves con poderosos catalejos que estaban en la cubierta del crucero de lujo Star Princess vieron un pequeño bote a la deriva a kilómetros (millas) de distancia. Un hombre, le dijeron a la tripulación, movía una prenda roja.
El crucero no se detuvo, y el bote pesquero estuvo a la deriva otras dos semanas antes de que lo hallaran. Para entonces, los dos amigos de Vásquez ya habían muerto.
"Dije: 'Dios no los perdonará''', comentó Vásquez a The Associated Press al recordar el encuentro con el barco blanco en aguas de Sudamérica. "Me da rabia recordarlo".
El jueves, la empresa Princess Cruises, con sede en Santa Clarita, California, dijo que una investigación preliminar mostró que su barco no se detuvo y que el aviso sobre el bote averiado nunca llegó al capitán Edward Perrin o al oficial a cargo.
Si hubiera llegado, afirmó la compañía, el capitán y la tripulación habrían cambiado su ruta para rescatar a los hombres, tal como lo han hecho los barcos de la compañía más de 30 veces en los últimos 10 años. La compañía expresó sus condolencias a los familiares de los difuntos.
El 24 de febrero, los tres hombres zaparon de Río Hato, donde se asentaba una base del ejército de Estados Unidos que resguardaba el Canal de Panamá en la costa del Pacífico. Estaban de regreso luego de un día de pesca cuando el motor se averió.
Vásquez recuerda haber visto el barco —"Era grande. Era blanco"— la mañana del 10 de marzo.
El sobreviviente recordó cómo saltaba y movía el suéter. Lo movía de arriba abajo, una y otra vez. Aunque moribundo, Elvis Oropeza, de 31 años, comenzó a agitar un chaleco salvavidas de color naranja.
"Tío (un término que utilizó de cariño, no porque fuese un familiar), mira qué viene ahí", recuerda haber dicho Vásquez.
"Nos sentimos felices, porque pensamos que venían a rescatarnos", dijo.
El observador de aves Jeff Gilligan, de Portland, Oregon, fue el primero en ver el bote, algo blanco semejante a una casa.
Cuando Judy Meredith, de Bend, Oregon, miró por los catalejos, pudo ver claramente que era un pequeño bote, como los que habían visto en Ecuador. Y pudo ver a un hombre moviendo lo que parecía una camiseta.
"No mueves una camiseta así sólo para saludar", dijo Meredith. "Estaba desesperado por llamar nuestra atención".
Dado que no tenía permitido ir al puente de mando para notificar a los oficiales, Meredith le dijo a un representante de ventas de Princess Cruises lo que había visto, y éste le aseguró que pasaría la información a la tripulación.
Los observadores de aves dijeron que incluso dieron al representante uno de los catalejos para que lo viera.
Meredith fue a su camarote y anotó las coordenadas que aparecían en un monitor del barco; luego sacó su computadora y mandó un correo electrónico a la Guardia Costera de Estados Unidos sobre lo que había visto. Dijo que esperaba que alguien recibiera el mensaje y los ayudara. También envió una copia a su hijo.
Cuando regresó a la cubierta, aún podía ver el bote.
Pero nada ocurrió. El barco continuó su camino. Y el bote desapareció.
"Estábamos pasmados, pensando en que no ocurría nada", dijo Meredith.
Gilligan ya no soportaba mirar.
"Fue perturbador", dijo. "Le preguntábamos a otras personas: '¿Qué creen que debamos hacer?' Su reacción fue: 'Bueno, ya hicieron lo que podían hacer'. Es frustrante pensar en si pudimos haber hecho algo más".
Oropeza y Fernando Osario murieron. Vásquez fue rescatado por un bote pesquero procedente de las Islas Galápagps, a más de 960 kilómetros (600 millas) de donde había zarpado.
Vásquez dijo que arrojó los cadáveres de sus amigos al mar cuando comenzaron a descomponerse por el calor. Antes de ser rescatado, una tormenta le suministró agua para beber, lo que le ayudó a sobrevivir.
Vásquez dijo reconocer su bote, el Fifty Cents, en las fotos que Gilligan tomó con su lente de 300 milímetros.
"Sí, es ese... Somos nosotros", dijo. "Ahí puedes ver el suéter rojo que estoy moviendo y, arriba, la manta que pusimos para protegernos del sol".
Vásquez mencionó el barco en su primera declaración ante las autoridades panameñas cuando regresó a su país.
En Oregon, Meredith no podía dormir, preguntándose qué le habría ocurrido a los hombres. Al leer la noticia sobre un panameño rescatado en aguas de Ecuador luego de estar 28 días a la deriva en un bote pesquero, imaginó que se trataba del bote que habían visto.
La compañía dijo en un correo electrónico que la investigación sigue en curso.
Gilligan dijo que no encuentra un explicación satisfactoria para lo ocurrido.
"Mi única teoría es que la gente del puente ha visto muchos botes pesqueros", dijo. "Y que tenían prisa, y dejaron que la prisa nublara su juicio".
Vásquez, el tercero de ocho hermanos varones, no era pescador, a diferencia de los dos compañeros que murieron, y había dejado su trabajo —de jardinero en un hotel de playa cercano a su pueblo— antes de aceptar una invitación para ir a pescar y ganar algo de dinero.
Era apenas la segunda vez que Vásquez se lanzaba a la mar a una jornada de pesca. El 23 de febrero se alistó por primera vez con Osorio y Oropeza, pero la pesca resultó infructuosa y regresaron el 24 por la mañana a un puerto de la localidad de San Carlos, próxima a Rio Hato.
Decidieron buscar mejor suerte ese mismo día por la tarde. Pescaron durante la noche y cuando retornaban por la mañana a puerto se averió el motor de la lancha.
Desde ese punto podían avistar tierra, pero las "olas nos fueron alejando", contó Vásquez.
La embarcación no contaba con sistema de comunicación. Vásquez y Oropeza cargaban teléfonos móviles pero en el punto del mar donde naufragaron era ya imposible tener señal para comunicarse.
Ellos se habían alimentado antes de comenzar la faena y llevaban comida para un día —algo de arroz, menestras y carne— y cinco galones de agua potable, según Vásquez.
Días después de ver el barco blanco, Vásquez cuenta que vio pasar durante una noche otro barco, "un poco más lejos", por lo que decidió encender varias veces un trapo y mostrarlo. Pero "no pasó nada", agregó.
No vieron ninguna otra embarcación pesquera durante el naufragio.
En un momento dado, los pescadores atraparon una tortuga, pero decidieron no comerla y la volvieron a arrojar al mar. Un hecho los sorprendió enseguida: en ese momento encontraron una especie de contenedor flotando cerca de la embarcación y lo rescataron. Estaba lleno de agua.
"Bebimos el agua con una ansiedad tremenda, sin saber si era agua buena o nos causaría daño", agregó Vásquez.
Luego se acabó el agua dulce y la ingestión de agua de mar causó estragos. El joven sobreviviente asegura que Osorio falleció "de sed y de hambre. El no quiso comer pescado".
"Oropeza murió de sed", días después, aseguró Vásquez. "El lloraba pidiendo agua. Se quejaba de un dolor en el costado", del cuerpo.
A pesar de quedar en la lancha sin sus compañeros, Vásquez asegura que nunca perdió las esperanzas de sobrevivir. "Una mañana, sentado, vi la embarcación cerca y el corazón casi se me sale. Grité que por favor me ayudaran". Era la lancha pesquera ecuatoriana que lo halló a la deriva y terminó rescatándolo.
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Barnard contribuyó a este despacho desde Grants Pass, Oregon.

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