domingo, 8 de abril de 2012

Tres muertos, una desaparecida y la misteriosa historia de una familia rusa

Los Tchestnykh llegaron a la Argentina en 1999; entre 2010 y 2012, la madre fue asesinada, los sospechosos del crimen, dos de los hijos, murieron, y una hija se fue de su casa y hasta hoy se desconoce su paradero

Por Sol Amaya | LA NACION Jueves 05 de abril de 2012 | 11:25



Era el día de su cumpleaños. Avisó a su familia que se iba a correr un rato. Tal vez sentía necesidad de alejarse un poco de su casa. Jamás volvió. Lo que siguió a su ausencia fue tejiendo la trama de una novela policial.

Esa última vez que la joven rusa Vera Tchestnykh, de 26 años, estuvo en la casa que compartía con su familia en el partido bonaerense de Moreno, fue en mayo de 2010. Tenia una relación tensa con su madre y con uno de sus tres hermanos.

Su desaparición fue sólo el principio de una sucesión de tragedias. Meses después, su madre, Ludmila Kasian, fue hallada muerta en su vivienda. La habían asesinado a balazos.

La primera versión que tuvo la policía vino de parte de uno de los hermanos de Vera, Ilia, de 29 años. Habló de un supuesto robo. Dijo que él y su hermano Sergei, de 19 años, llegaron a la casa y se encontraron con su madre muerta en la habitación. Contó que él mismo le había prestado un arma a Ludmila para que se defendiera si entraban ladrones, y que seguramente los invasores la habían usado para matarla.

Antes de que llegara la policía, Ilia se había cambiado de ropa y le había dado a su otro hermano Andrei, que vivía (y aún vive) con los vecinos, unas cuantas armas para que las escondiera. Le dijo que era para que la policía no se las llevara y los dejara sin nada para defenderse de los ladrones. Ilia era un joven extraño, parecía que coleccionaba armas, tenía varias, algunas registradas, otras no, de distintos calibres. Practicaba tiro y miraba videos que explicaban cómo limpiarlas, y cómo armarlas y desarmarlas.

ACTITUDES SOSPECHOSAS

Al fiscal Juan Ignacio Bidone, de la fiscalía de Delitos Complejos de Mercedes, que intervino en la causa, los relatos y actitudes de los hermanos Tchestnykh le parecieron sospechosas.

Tras el crimen de la madre, Ilia se comunicó con la fiscalía para reclamar las cosas que habían secuestrado de su casa, principalmente las armas. Acordó encontrarse con Bidone. Llegó al lugar con un bolso vacío, dispuesto a recuperar sus pertenencias.

Pero el fiscal tenía otros planes: de allí fueron a la escena del crimen, la casa de los Tchestnykh en Moreno, donde Gendarmería llevó a cabo un allanamiento. Durante el proceso, contó Bidone, Ilia "se puso como loco". "Me gritaba, se puso muy nervioso, discutía en ruso con su hermano Sergei, que también estaba en la casa".

Entre las cosas que se secuestraron esa vez, Gendarmería se llevó una computadora. El padre de los Tchestnykh, dueño de una flota de taxis, que estaba ya separado de su mujer y vive con su nueva pareja en Capital, fue testigo de la apertura de la CPU, cuyo contenido generó una gran sorpresa: en su interior había dos armas. Una era la que se usó para asesinar a Ludmila.

Esa fue la última vez que Bidone vio a los hermanos Ilia y Sergei. Ya con pruebas concretas para sospechar de ellos, emitió un pedido de captura. Pero era demasiado tarde: aunque les había retenido el pasaporte, los hermanos lograron salir del país.

LA MUERTE ACECHA A LOS TCHESTNYKH

La captura de los hermanos pasó a un segundo plano: el objetivo primordial era encontrar a Vera. Se realizaron excavaciones, se hizo un relevamiento entre los vecinos, pero nada dio el resultado esperado. A medida que fue pasando el tiempo, el fiscal fue perdiendo la esperanza de encontrarla con vida.

De los que sí tuvo noticias, fue de los hermanos prófugos. Sergei fue encontrado muerto en la habitación de un hotel en Bolivia en septiembre del año pasado. Se había ahogado con su propio vómito.

De Ilia le llegaron novedades hace unos días: el pasado 30 de marzo, su cadáver fue hallado en una playa de Trujillo, Perú. Tenía un tiro en la sien y en la mano una de sus preciadas armas, una pistola Bersa. Junto a su cuerpo, había una bolsa con cocaína y un pasaporte. Al menos eso es lo que le hizo saber Interpol al fiscal que, sólo para asegurarse, pedirá pruebas más concretas de que el muerto es el ruso prófugo. "Teniendo en cuenta cómo se fue dando toda esta historia, como una especie de película, tengo que cerciorarme de todo", explicó Bidone.

Según lo que se pudo reconstruir, los hermanos habían huido juntos a Bolivia, pero una vez lejos de las garras de la justicia argentina, comenzaron los conflictos entre ellos. Por algún motivo, decidieron seguir sus caminos por separado.

Sergei se quedó en Bolivia, donde lo encontró la muerte. Ilia se fue a Perú, y vivía allí con su novia, una joven rusa. Ella misma fue quien denunció que el joven no había vuelto en varios días a la habitación de hotel que compartían. Y también fue quien reconoció el cuerpo. Al enterarse de la muerte de Ilia, el padre de los Tchestnykh viajó a Perú, probablemente para traer los restos de su hijo.

Andrei, el otro hermano, sigue viviendo en lo de su vecino. Y de Vera, todavía no se sabe nada. Bidone espera que, si su desaparición fue voluntaria, tal vez con la muerte de sus hermanos se anime a volver.

En tan sólo dos años, esta familia, que vino de Rusia a la Argentina en 1999 escapando de la guerra con Chechenia, aunque para el fiscal hay otros motivos "más oscuros", quedó desmembrada, con tres muertos, una joven desaparecida y un padre e hijo que poco pudieron aportar a la reconstrucción de esta misteriosa historia que aún no ha sido esclarecida..

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