Soleada y templada mañana de Domingo en La Plata. Pasaron 5 días desde la noche de las inundaciones, por la calle 13 todavía se ven vestigios de lo que pasó, grandes charcos de agua, más basura que lo normal, en los alambrados de las casas bastante espaciadas se ven algunas cosas secándose. Pero no solo la inundación pasó por aca, las marcas de goma quemada en el asfalto nos muestran que también pasó la bronca.
por Gonzalo de Pedro
El hospital móvil de la provincia de Buenos Aires está a un lado de la ruta, dos grandes escaleras le sirven de entradas. En la primera una familia sentada, quizás esperando que los atiendan, en la otra una médica asomada. Estos días atendieron muchas personas, no sabrían decir cuantas, de problemas respiratorios y algunos chicos con diarrea. Frente al hospital, separado por una zanja de la banquina y alrededor de medio metro bajo el nivel de la calle se levanta una casita. De material y madera, frágil y humilde. En el frente se improvisó un centro de reparto de donaciones. Dos mesas de 3 metros por medio metro repletas de ropa es escrutada por alrededor de 15 personas, buscan la ropa que necesitan. Del otro lado sobre un auto viejo se armo un improvisado exhibidor de zapatos. Entre la casa y todo esto dos mesas más. Una con productos de limpieza, que dos señoras fraccionan y entregan al que necesite. En la otra se reciben pedidos de ropa más especificos, pañales, lo que sea. La actividad es frenética, todos van y vienen. Una camioneta Ford con un remolque es cargada de ropa y mercadería por 3 hombres. Hay dos autos atrás de ella que también son cargados. Intentando coordinar todo esta Vivi, quien junto con su familia dirige este espacio que ahora es centro de asistencia, pero antes fue comedor y lugar de encuentro para las personas del barrio.
Acercarse a hablar con ella es un desafio, cada dos segundos alquién se le acerca a pedirle o a preguntarle algo. Ella piensa, ordena, reparte donaciones, da consejos y dice donde buscar. Así y todo logro hablarle. “Hola Vivi, soy estudiante de periodismo”, lo que debería ser una invitación al diálogo, a contar su versión de la realidad para que sea difundida es respondido con un cortante: “Mirá que aca estamos sin banderas políticas he”. Desconcertado hago un breve discurso sobre mi falta de banderas política, o al menos partidarias porque no creo en mitológicos seres apolíticos, de mi independencia, todo reforzado con el sólido argumento de mi presencia en cuerpo y alma ahí. Vivi baja la guardía, no sin antes preguntarme de que facultad era. Ahí entendí todo, la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata es usado como centro de operaciones de la ayuda “oficial”, las donaciones son clasificadas y distribuidas por persona con pecheras de “La Cámpora”. Digo de que escuela de Periodismo soy, y aclaro, que no soy de La Plata. Es ahí que hay una sonrisa y una especie de disculpa en forma de relato. ” Disculpame, -dice Vivi- lo que pasa es que vinieron unos muchachos diciendo que eran estudiantes de Periodismo también, hablaron conmigo y después se sacaron los chalequitos que tenían y abajo tenían remeras de La Campora, se sacaron fotos y se fueron”. Sumado a eso Vivi hace un relato de otras malas jugadas que le hicieron. Por ejemplo, dice que le dijeron a la gente que habían bajado 60 colchones en su comedor, cuando ella solo tenía 6 y de donaciones. La gente se enojo y empezó a hacer lio, mientras ella explicaba lo que había pasado le desaparecieron 3 cajas llenas de mercadería. Cada tanto ser acerca alguién y Vivi les dice “periodista”, avisandoles de mi presencia. También cuenta que cuando se pusieron a limpiar la calle vino gente de la cooperativa y les dijeron que ese era trabajo de ellos. Vivi está enojada. Los dichos de ella se repiten con algunas variaciones en varios relatos de las personas de los barrios, lamentablemente son difíciles de comprobar y solo puedo contar lo que ella dice. “Escrachalos a esos hijos de puta”, me pide.
El comedor de Vivi se encuentra en el Barrio Aeropuerto, un barrio ubicado en la zona sur-oeste de La Plata, es humilde, muy humilde. “Hay personas que perdieron todo”, dice y cuenta como no recibió ayuda oficial, solo de voluntarios que vienen y le dejan cosas. Parte de esas donaciones las envian a otros lugares, han ayudado a la gente de 609 y 19, de 604 y 116 y del barrio Palihüe. ”Los préstamos no sirven, hay gente que no tiene trabajo estable”, nos cuenta un empleado municipal mientras carga un auto y nos dice que el la tiene relativamente fácil, que por lo menos no tiene familia, pero hay gente con chicos que no tienen nada.
“Nos vemos Vivi”, la saludo y me contesta con un “Chau, gracias”.
No Vivi, no. Gracias a vos.
Ir con donaciones, volver con compromiso
Deja una respuesta
Al acompañar a la Juventud Guevarista mientras reparte donaciones por los barrios inundados de La Plata entendemos que la asistencia en la emergencia puede ser también una buena oportunidad para construir puentes en una sociedad fragmentada.
por Gonzalo de Pedro
“Ropa de hombre” , “Medicamentos”, “Calzado” se lee en los cartelitos pegados en las paredes de las casas de 5 entre 61 y 62 de La Plata y abajo de estos una pila de alrededor de 30 bolsas cada una. Un hormiguero de voluntarios, en su mayoría jóvenes, van nutriendo las pilas con donaciones. Cada tanto aparece un auto que es cargado con lo que se necesita: dos bolsas de ropa de hombre, una de ropa de niño, elementos de higiene, y el auto sale cargado. Este espectáculo ya lleva 3 días de acción ininterrumpida coordinado por la Casa Guevarista. “El Estado está ausente”, afirma Camila una joven estudiante que habla con pasión y revisa siempre una planillita. “Se necesita de todo, comida, ropa, pero sobre todo manos. Porque hay que ir a limpiar, hubo gente que perdió todo”.
La Plata tiene un núcleo urbano planificado rodeado de zonas que crecieron más o menos orgánicamente, algunas construidas sobre humedales y zonas inundables que ya han sufrido inundaciones antes. Las fuertes lluvias del martes 2 de abril inundaron todo, así que la ayuda tiene que desparramarse por una superficie muy grande, el desafió es relevar que se necesita en que lugar y adonde ya se llevó ayuda. “Estamos llevando a todos lados, no hay un barrio o un lugar específico al que vayamos. Nos enteramos que se necesita y ahí vamos”, comenta uno de los voluntarios.
“Este fue un auto innovador”, dice Diego orgulloso mientras sube a su Ford Sierra que de tantos arreglos de chapa es un poco multicolor, barba de un par de días, su vestimenta simple no desentona para nada con el auto y los barrios de calle de tierra que estuvo ayudando estos días. El auto va cargada de mercadería, ropa y agua. Es un viaje con dos paradas, primero a Villa Arguello y luego a Villa Nueva. “Intentamos que la gente que viene con donaciones no las deje en la casa guevarista, sino que le cargamos cosas y los mandamos a los barrios.”, explica con tono pausado y tranquilo Agustín el copiloto y cuenta como el día anterior apareció un comerciante con una 4×4 y lo hicieron adentrarse en el barrio Palihue, donde había un piquete, los vecinos los dejaron pasar y le agradecieron que fuera. Empezamos a ver que lo que para algunos medios de comunicación es una locura no resiste la prueba de los hechos y la donación no es un acto administrativo donde se deja lo que no sirve en un lugar cerca de casa, sino que empieza a significar acercarse, ver el barrio que uno ayuda ,conocer a la gente. Eso no solo rompe con el discurso dominante de zonas peligrosas y barrios intransitables, sino que genera un compromiso real y un intercambio entre personas que sino fuera por eso no se conocerían.
“¿Es acá? ¿Qué número era?”, encontrar las casas no siempre es fácil, no hay números, las calles no tienen carteles y la información sobre la dirección no es precisa. “La otra vez nos dijeron. Es en la casita de material. Y eran todas de material”, dice Diego como explicando la confusión. Pero la ayuda llega, a la casa que es o a otra. En este caso hubo suerte, un par de preguntas, unas correcciones de rumbo y aparece la casa. “El agua llegó muy alto, me vino a ayudar la vecina”, comenta la señora del fondo mientras la del frente ya tiene las donaciones de mercadería en la mesa del comedor y está viendo zapatillas para su familia y sus vecinos. Nadie más se acercó con ayuda. El barrio es humilde, calles de tierra, zanja al costado y casa sencillas de material. Antes de irse Diego y Agustín aprovechan para conversar un poco, entender mejor la situación del barrio, cuáles son las necesidades e invitar a las charlas que van a dar por los barrios.
Mientras se busca a la persona que llamó en Villa Nueva aparece una casa con todo el terreno inundado. Lástima que esta vez no hubo tanta suerte, no se pudo ubicar a la persona. En el camino de vuelta aparece una abuela con varios chicos cargando colchones y agua. El Ford se detiene y se les deja la mercadería. La señora tiene 8 hijos y 15 nietos, vino desde Formosa y al poco tiempo perdió su marido. Cara curtida, sonrisa compradora y mirada luchadora. Tenían miedo de dejar la casa porque han estado ocupando y saqueando. Nuevamente nadie se había acercado con ayuda. La falta de ayuda oficial es un gran común denominador de estos barrios, así como la conciencia de la gente sobre la gravedad de la situación, después de contar como les fue a ellos y hasta donde les llego el agua dicen “Pero allá, allá fue peor” y señalan a algún lado.
La distribución parece ser clave, el mecanismo de punteros y referentes barriales no solo sigue funcionando sino que ante la gran cantidad de donaciones y la gran necesidad de la gente se potencia. Las disputas de territorio entre punteros son también una realidad que no se detiene por la inundación. La distribución genera conflicto. “A veces nos poronguean”, dice Diego y recuerda que le ha pasado de llevar cosas a lugares que resultaron ser pedidos de punteros y la querían repartir ellos. “Lo importante es que llegue a la gente. Pero nosotros sabemos como ellos lo reparten” agrega Agustín. El problema de la distribución también se manifiesta en los piquetes, que se dan en su mayoría por personas que ven pasar camiones llenos por enfrente de su casa, pero ninguno descarga, eso genera que se sientan ignorados y empiezan los problemas.
Al regresar se ven los grandes tanques de la destilería de Ensenada, que aportó miedo, confusión y contaminación al incendiarse la noche del martes mientras las fuertes lluvias inundaban todo. La charla discurre sobre la falta de respuesta de los servicios de emergencia oficial durante la noche de la inundación. Y una breve descripción de la hidrología de La Plata dada por Diego, en la que cuenta que las compuertas estaban cerradas para impedir una inundación por una posible sudestada, aunque el viento fue del Este, otra cosa que no ayudó.
Al acercarse de vuelta a la casa Guevarista se ven dos personas llevando un colchón “Esto es a lo que tenemos que sacarle fotos” dice Agustín perdiéndose entre la gente. Diego estaciona el auto que será cargado nuevamente para ir a donde se lo necesite. La actividad sigue sin cesar. ¿Cuántos lazos nuevos se habrán generado? ¿Cuánta gente de barrios diferentes se habrán conocido? ¿Cuántos al ver en la tele o leer en los diarios el barrio al que fueron a ayudar no lo sentirán como un lugar lejano, peligroso e inaccesible sino cercano y amistoso? La inundación fue terrible y dejó ver muchas de las miserias de todos los días potenciadas, pero también abrió la puerta a una nueva forma de ayudarse, de entenderse y de vencer prejuicios. Esperemos que no haya sido en vano.