lunes 29 de noviembre, 4:00 AM
Silvia Pisani | Corresponsal en EE.UU.
WASHINGTON.- "Esto es peligroso", alcanzó a advertir la Casa Blanca. Pero no pudo hacer nada por evitarlo.
Sin amedrentarse, el sitio WikiLeaks produjo ayer la mayor revelación de documentos diplomáticos en la historia de Estados Unidos, en lo que constituye una contundente constatación de cómo Washington ve al resto del mundo. La filtración, adelantada a varios diarios del mundo, provocó una fuerte conmoción mundial y podría acarrearle problemas al gobierno norteamericano en el futuro inmediato, aun con sus aliados más cercanos.
En lo que concierne a la Argentina, entre los más de 250.000 documentos revelados figuran expresiones de "desconfianza" de Washington hacia el gobierno de Cristina Kirchner.
Ese sentimiento alcanzó tal extremo que el Departamento de Estado llegó a pedir información sobre la "salud mental" de la Presidenta (ver Pág. 3).
Pero las revelaciones van mucho más lejos. Hay cables firmados por Clinton en los que se dan instrucciones a sus diplomáticos en las Naciones Unidas para que "espíen" a sus colegas, entre ellos, al secretario general del organismo, Ban Ki-moon, y, al igual que a él, a todos los embajadores de los países que son miembros permanentes del Consejo de Seguridad (ver Pág. 4).
"Recopilen información sobre sus gastos con tarjeta de crédito y horarios de trabajo", dice una de las instrucciones. Otra, referida especialmente a figuras de América latina, pide descripciones sobre comportamientos personales.
Los documentos describen sin piedad a líderes mundiales a los que luego Barack Obama y Hillary Clinton saludan con reverencia. Se sabe que la secretaria de Estado pasó parte el fin de semana al teléfono hablando con pares y jefes de Estado de todo el mundo en un intento de atenuar el golpe de la revelación.
Los documentos hablan de las "fiestas salvajes" del italiano Silvio Berlusconi y llaman "la dama de teflón" a la alemana Angela Merkel. De paso, afirman que la canciller alemana "rara vez es creativa".
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, recibió el calificativo de "emperador desnudo", mientras que su par iraní, Mahmoud Ahmadinejad, fue calificado como "Hitler", al tiempo que en algunos documentos, al igual que en el caso de Cristina Kirchner, se pone en duda su equilibrio mental.
Del libio Muammar Kadhafy se describen su debilidad por el Botox y por las "rubiecitas procaces como enfermeras", mientras que del presidente afgano, Hamid Karzai, se destaca una conducta "signada por la paranoia".
Una reunión con ObamaSe suma también la insólita oferta al presidente de Eslovenia de acceder a una entrevista con Obama a cambio de recibir en su territorio a uno de los detenidos en Guantánamo acusados de terrorismo.
No menos sangrantes son las revelaciones sobre las grandes tensiones internacionales en las que Washington participa. Entre ellas, que el rey Abdullah, de Arabia Saudita, llamó a Estados Unidos a "atacar a Irán" para poner fin a su programa nuclear. También el gobierno de Israel queda alcanzado por el tema Irán al revelarse que, en diciembre del año pasado, urgió a Washington a "ponerse firme", convencido de que su estrategia de mano extendida "no funcionaría" con Teherán.
En su primera reacción, apenas dos horas después de conocida la filtración, la Casa Blanca condenó como "desconsideradas" y "peligrosas" las revelaciones.
Lo curioso es que en esa misma intervención intentó suavizar lo ocurrido al afirmar que, en muchos casos, los documentos muestran "intercambios francos" entre funcionarios de la estructura diplomática y que "no siempre" reflejan "la expresión de una política ni de decisiones definitivas", según el vocero presidencial Robert Gibbs.
Sin embargo, fuentes de la Casa Blanca admitieron "temor" por las reacciones que podrían producirse. Londres fue en el mismo sentido cuando voceros del gobierno de David Cameron afirmaron que las revelaciones ponen vidas en riesgo, a la vez que admitió inquietud por posibles reacciones en el mundo musulmán. También el Pentágono se sumó a las críticas y condenó la divulgación de documentos reservados "obtenidos ilegalmente". Además, afirmó que había tomado medidas para evitar que vuelva a suceder.
"Asistimos a una revelación altamente imprudente de informaciones clasificadas obtenidas de forma ilegal", insistió el Pentágono. Hasta ayer, sin embargo, el que permanecía en silencio era el Departamento de Estado, principal involucrado en todas las revelaciones.
Trabajo de contenciónAun con su contundencia, se sabía que el golpe estaba cerca. Hacía días que la página fundada por el australiano Julian Assange venía anunciando que tenía documentos explosivos. A tal extremo que, en un desesperado intento de atenuar su impacto, el Departamento de Estado puso sobreaviso a varios gobiernos. Entre ellos figuran aliados estratégicos, como Australia, Gran Bretaña, Canadá, Israel y Turquía.
Clinton se comunicó personalmente con las autoridades de Francia, Afganistán, Gran Bretaña y China.
La magnitud del daño a la diplomacia quedó en evidencia cuando el canciller italiano, Franco Frattini, calificó ayer la difusión de los documentos secretos como "el 11 de Septiembre de la diplomacia".
Los cables y documentos fueron facilitados por WikiLeaks a varios medios: El País, T he Guardian, The New York Times, Le Monde y Der Spiegel.
En un esfuerzo coordinado, cada uno de ellos trabajó por separado en la evaluación y selección del material y lo dio a conocer al mismo tiempo, ayer por la tarde, en sus sitios. En todos los casos prometieron más revelaciones en los próximos días.
En rigor, fue a través de ellos que se conoció buena parte del material, ya que WikiLeaks estuvo ayer inaccesible, al parecer, a causa de un ataque cibernético.
"Lo que estamos mostrando concierne a todos los grandes asuntos de cada país del mundo", dijo Assange durante una videoconferencia con periodistas reunidos en Jordania. El fundador de WikiLeaks, cuyo paradero es un misterio, "desapareció" el 18 de noviembre, cuando Suecia emitió una orden de arresto internacional por estupro y abuso sexual.
Esta es la tercera gran revelación de WikiLeaks, que ya publicó más de 70.000 documentos militares confidenciales de Estados Unidos sobre la guerra en Afganistán en junio pasado, y más de 400.000 sobre Irak en octubre, dos revelaciones que indignaron al Pentágono.
Ahora se sabe también que, horas antes de la nueva filtración, Washington rechazó "cualquier negociación" con WikiLeaks respecto de la anunciada divulgación de documentos confidenciales.
La publicación de los documentos, en parte confidenciales y en parte secretos, "pone en peligro en todo el mundo a líderes opositores y críticos de regímenes autoritarios que están en contacto con diplomáticos estadounidenses", afirmó un vocero de Obama. Con las revelaciones, WikiLeaks puso en riesgo la vida y el trabajo de activistas, que en todo el mundo luchan por la defensa de los derechos humanos, añadió.
"El presidente Obama apoya una forma de gobernar responsable, confiable y abierta en Estados Unidos y en todo el mundo, pero este proceder desconsiderado y peligroso se contrapone a esas metas", dijo Gibbs.
Forma parte de la naturaleza de la actividad que los informes de los embajadores muchas veces sean francos y de contenido incompleto, sostuvo Gibbs. "No es ni una expresión de la política ni se trata siempre de decisiones políticas definitivas."
Carta Abierta a los que celebran la muerte
28-10-2010 / Quienes por estas horas festejan la muerte de Kirchner, demuestran sus valores y su calidad humana. Se creen iluminados, capaces de vislumbrar el futuro que nunca aciertan y de olvidar el pasado del que también suelen ser responsables con sus votos, con sus actos, con su amnesia.
Por Alex Milberg*
Quienes por estas horas festejan la muerte de Kirchner, demuestran sus valores y su calidad humana. Se creen iluminados, capaces de vislumbrar el futuro que nunca aciertan y de olvidar el pasado del que también suelen ser responsables con sus votos, con sus actos, con su amnesia.
Pero hay algo más grave.
Quienes por estas horas festejan la muerte de Kirchner, reflejan el rasgo más destructivo que tenemos los argentinos, lo peor de nuestra idiosincrasia: la ineptitud para reconocer nuestras miserias.
Somos fáciles para el elogio: rescatamos nuestra solidaridad, nuestra capacidad de sobrevivir y reponernos a las crisis, nuestra calidez que parece cada vez más vislumbrada por los turistas y menos entre los propios argentinos.
Pero somos incapaces de entender que somos parte del problema.
¿No se escuchan? ¿No se leen?
* Se escandalizan por el odio y la división pero festejan la muerte de Kirchner.
* Se enfurecen por la pérdida de valores, pero festejan la muerte de Kirchner.
* Se horrorizan por el oportunismo, pero a menos de cuatro horas de la muerte de Kirchner, resaltan la debilidad de Cristina, la posible ingobernabilidad y, otra vez, los augurios de buen derrumbe.
¿Son cínicos, hipócritas o ignorantes?
Este país no tiene arreglo si como sociedad no curamos el defecto más grave: nuestro maniqueísmo histórico, nuestra idiosincrasia miope, torpe y binaria que aún hoy nos impide reconocer lo positivo sin por ello dejar de señalar lo negativo.
Y este extenso velorio argentino sería mucho menos angustiante, si los sectores medios y medios altos, los supuestamente más instruidos y los que han tenido mayores posibilidades, demostraran el mismo respeto y tolerancia que exigen a sus líderes. Si se admitieran como parte del problema y no sólo como su solución: ¿O se olvidan? Ellos también han acompañado mayoritariamente los golpes de Estado del siglo pasado, el silencio durante la dictadura militar, la euforia ante la Guerra de Malvinas y los votos a Alfonsín, a Menem (dos veces), a De la Rúa, a Kirchner y a Cristina Fernández.
Pero claro: La culpa siempre es de los otros y los argentinos no tenemos nada que ver con lo que nos sucede, nada que ver con lo que reclamamos, nada que ver con lo que nos indigna.
En este contexto, llega la muerte y no modifica sólo la visión que tenemos hacia nuestros líderes sino también hacia nosotros mismos.
Hace dos años, fue mucho más sencillo rendir un homenaje a Ricardo Alfonsín: ya era un hombre viejo.
Sí. Porque era un hombre mayor y retirado, recibió el reconocimiento de una sociedad que lo maltrató y lo despreció mientras fue presidente y mientras se mantuvo en la vida política.
¿Fue Alfonsín acaso un hombre de consensos? ¿No se enfrentó con coraje y dureza al campo, a la Iglesia, a los militares, a la prensa y a los sindicatos? En un balance light, se sintetizó su figura en el Juicio a las Juntas y en su honestidad y se omitieron deliberadamente otros conflictos que, de algún modo y con matices, continúan vigentes en estos tiempos.
Aún así, la muerte no indultó al líder radical de sus errores en la gestión. Pero nos permitió, ya lejos del fragor cotidiano, reconocer sus virtudes y sus aciertos. La sociedad que lo homenajeó frente al cajón no estaba redimiendo solamente la memoria de Alfonsín, sino también, las suyas propias.
La discusión política será mucho más rica cuando veamos en los aciertos del otro nuestros propios aciertos. Cuando aprendamos a valorar los cimientos y no sólo a celebrar sobre los escombros. Festejar la muerte de Kircher es, además de un insulto a la democracia (a la tolerancia, al respeto), un acto de cobardía de quienes necesitan la muerte para soñar con imponer sus ideas.
Por suerte, ya no vivimos en los setenta aunque los resabios tardan en curarse. Reconocer la enfermedad es el primer paso. Pero depende de nosotros.
*director Newsweek Argentina.