05/02/11
El ex secretario de Defensa cuenta que el ex presidente de EE.UU. siempre quiso invadir Irak.PASADO. DONALD RUMSFELD JUNTO A GEORGE W. BUSH EN UN ACTO EN EL PENTAGONO EL 2 DE DICIEMBRE DE 2002.
Apenas quince días después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el presidente George W. Bush invitó a su secretario de Defensa, Donald H. Rumsfeld, a reunirse con él a solas en el Salón Oval. Según las polémicas memorias de Rumsfeld, el presidente se recostó sobre el respaldo de su sillón de cuero y ordenó una revisión de los planes de guerra, pero no los de Afganistán, donde se habían planificado los atentados de Nueva York y Washington y donde la represalia estadounidense era inminente. “Me pidió que echara una mirada al diseño de nuestros planes militares para Irak”, escribe Rumsfeld.
“Dos semanas después del peor atentado de la historia del país, los que trabajábamos en el Departamento de Defensa estábamos sumamente ocupados”, recuerda Rumsfeld. Pero el presidente insistió en que se elaboraran nuevos planes militares para Irak, escribe Rumsfeld. “Quería que las opciones fueran ‘creativas’.” Cuando por primera vez se planteó la opción de atacar Irak durante una reunión celebrada en Camp David el 15 de septiembre de 2011, Bush dijo que el blanco sería Afganistán. Pero los recuerdos de Rumsfeld en sus memorias, “Known and Unknown”, que se publicarán el martes, muestran que ya entonces Bush también tenía puestos los ojos en Irak.
The New York Times obtuvo un ejemplar del libro el miércoles.
En el libro, se mezcla lo político y lo personal; al terminar la reunión del Salón Oval en la que Bush pidió un plan de guerra para Irak, relata Rumsfeld, el presidente preguntó por el hijo de este, Nick, que tenía problemas con las drogas, había reincidido y hacía unos días que había ingresado a un centro de rehabilitación. El presidente, que ha escrito sobre sus propias batallas contra el alcoholismo, dijo que iba a rezar por Rumsfeld, su mujer Joyce y todos sus hijos.
“Lo que le había pasado a Nick –sumado a las heridas sufridas por nuestro país y el Pentágono–, todo eso comenzó a afectarme”, dice Rumsfeld. “En aquel momento, no pude hablar. Y me fue imposible contener los sentimientos que hasta entonces había compartido sólo con Joyce”.
Su principal error, escribe Rumsfeld, fue no obligar a Bush a aceptarle la renuncia luego de que, a comienzos de 2004, salió a la luz el maltrato infligido a detenidos iraquíes por los guardiacárceles militares estadounidenses. Rumsfeld insiste en que los abusos fueron obra de malos soldados y que no reflejaban ninguna política autorizada, pero de todos modos ofreció dar un paso al costado.
“Abu Ghraib y los efectos que provocó, como la continua referencia a ‘torturas’ por parte de opositores a la guerra y el presidente, se convirtió en una distracción perjudicial”, escribe. “Más que cualquier otra omisión, y pese al orgullo que siento por muchas cosas importantes que sí logramos, lamento no haberme ido en ese momento.” Aunque describe a Bush “como un presidente mucho más admirable que su imagen pública”, Rumsfeld, que fue CEO de empresas privadas, revela su insatisfacción ante el estilo de conducción del presidente . Las reuniones del Consejo de Seguridad Nacional, aun las presididas por Bush, demasiado a menudo terminaban sin objetivos precisos sobre el camino a seguir o sin decisiones sobre cómo proceder para llegar a esos objetivos.
Aunque en términos generales Rumsfeld defiende las políticas antiterroristas del gobierno de Bush, se arrepiente de algunas decisiones . Varias veces sugiere que se podrían haber evitado algunas críticas y obstáculos si el ejecutivo hubiese recurrido al Congreso para que sancionara leyes que autorizaran las políticas en lugar de apelar a las facultades especiales del presidente. También dice que fue un “error” haber escrito en un memorándum de 2002 que autorizaba el uso de ciertas técnicas de presión en los interrogatorios.
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