POR MATÍAS LONGONI
Sus habitantes ya expulsaron a tres firmas que buscaban oro en el famoso cerro.
Al pie de la montaña. Los habitantes de Famantina en La Rioja. Atrás, el cerro con millonarias reservas de oro.
Carolina ni baja los brazos. Sabe que si alguien hace sonar las campanas de la iglesia de este pequeño pueblo riojano se reunirán no menos de mil vecinos dispuestos a pelear contra el avance minero.
Suffich fue, el 8 de mayo de 2006, una de las dos mujeres que convocaron a la primera asamblea de vecinos preocupados por las noticias que llegaban sobre la minería a cielo abierto y sus apetencias sobre el Famatina. Un año después, en 2007, los asambleistas hicieron desistir a la mismísima Barrick Gold.
Después fueron los chinos de Shandong Gold los que retrocedieron. Y este verano la canadiense Osisko anunció que congelaba sus trabajos , al menos hasta contar con “permiso social”, una especie de salvoconducto que esta comunidad no parece dispuesta a otorgar.
Toda esta región aparece surcada por la leyenda “El Famatina no se toca” . Cuelgan carteles de los parrales. Se lee en las remeras. Desde hace siete años la Asamblea se reúne todos los jueves, a las siete.
El corte montado el 2 de enero, cuando Osisko parecía decidida a avanzar, interrumpe el único acceso al yacimiento ubicado en el cerro tan defendido. Repleto de carpas y carteles parece un campamento de gitanos. Hay una carpa blanca más grande que las demás, cedida por los artesanos del pueblo. Un humeante guiso de fideos se sirve desde una inmensa olla colectiva, pues hay muchas bocas que alimentar. Durante mes y medio, aquí se congregaban unas 300 personas noche y día, y se usaban cinco de esas ollas. Ahora hay un centenar de asambleístas, por las dudas.
“Nos ponen el cartelito de ambientalistas, que es lo que más lejos estamos de ser. Acá la única protagonista es la comunidad”, avisa Suffich. También aclara que “no somos militantes en contra de la minería sino que defendemos el agua”.
Del cotizado nevado se nutre el río que alimenta esta ciudad y la vecina Chilecito. El proyecto minero estaría ubicado a solo 18 kilómetros de esta localidad.
Los asambleístas saben que no solo tienen que enfrentar a las compañías mineras sino también al gobernador de La Rioja, Luis Beder Herrera, oriundo de Famatina y a todo el poder político local. La honrosa excepción es el joven intendente local, el kirchnerista Ismael Bordagaray, quien en diciembre se pronunció contra la minería.
Ahora el gobierno provincial le está retaceando fondos y el dinero no le alcanza siquiera para recoger la basura. Por eso los vecinos se organizan para llevarla.
Otro que desafía a las autoridades, en este caso al Obispado riojano, que no se pronunció nunca sobre el conflicto, es “el curita” Omar Quinteros. Es el quien permite que hagan tañir las campanas de la iglesia en caso de emergencia. Hasta ahora, eso sucedió solamente en tres ocasiones. Por suerte, como sucedió en la vecina Tinogasta, ninguna pasó a mayores.
“Nosotros responsabilizamos a la presidenta (Cristina Kirchner) y al gobernador. Ellos son los que están poniendo en peligro la paz social” . En enero, luego de que la comisaría local se negara a reprimir a los manifestantes, el gobierno provincial movilizó un escuadrón especial antimotines, que vigila amenazante. Y la justicia inició causas penales a ocho dirigentes: además de Carolina figuran Carina Díaz Madero, Marcela y Andrea Cravé, Lidoro Leiva, Francisco Peralta y Félix Luna.
Muchos más vecinos aparecen en una lista negra que “olvidó” el personal de Osisko cuando los asambleistas los obligaron a dejar la ciudad. Allí se recopilan datos de los antimineros. Los nombres de Suffich y varios otros aparecen junto a la leyenda “cabecillas”.
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