Sábado, 12 de Febrero 2011, 08.55
rcalegari@ole.com.ar - @rodrigocale
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"Me entusiasmé con el relato del match de box y me costó el empleo", cuenta Julio Cortázar.
Se cumplen 27 años de la muerte de Julio Cortázar, uno de los más grandes escritores argentinos que hizo sus primeras armas relatando peleas en París. Su visión sobre el fútbol, su admiración por Justo Torito Suárez y el día que vio pelear a Carlos Monzón con Mantequilla Nápoles.
“Detesto el fútbol así como me gusta el boxeo. Bueno, no es que deteste el fútbol, pero me es totalmente indiferente. Ocurre que esta afirmación, en boca de un argentino, es algo grave… (se ríe), capaz de desatar muchas iras, capaz de provocar mi defenestración… Pero me es tan indiferente como el rugby o el béisbol. Me gustan los deportes donde se enfrentan dos individuos, como sucede en el tenis o en el boxeo. Son dos destinos que se enfrentan el uno contra el otro. En el fútbol son once contra once, gana o pierde un equipo. La responsabilidad individual se diluye, alguien pudo haber jugado muy bien o muy mal, pero nunca tiene la plena responsabilidad del triunfo o la derrota. En el box eso no es posible. Allí un hombre vence al otro. Gana porque es mejor o porque hizo mejor las cosas”, quien habla es Julio Cortázar, uno de las más grandes plumas que dio la Argentina, en una entrevista que concedió en Madrid en 1983, a un año de su muerte en París, de la que hoy se cumplen 27 años.
En Olé queríamos recordarlo con una de sus grandes pasiones, el box, al que le dedicó su tiempo y su literatura y por el que hasta se animó a ser relator cuando decidió radicarse en Francia en 1951 y se ganaba la vida como traductor de las Actualidades Francesas. Sus problemas para pronunciar la erre le jugaron en contra y cuenta él mismo que se entusiasmó tanto con el relato de una pelea que nadie le entendió una palabra y le costó el empleo. “La culpa la tuvo el técnico de sonido, que me pidió que le pusiera entusiasmo y claro, a mi juego me llamaron, todos saben lo que significa el box para mí… la conclusión fue que los que contrataban el servicio desde México pidieron que me dejaran inmediatamente en la calle o se bajaban de la suscripción”. Ni los biógrafos de Cortázar ni los especialistas en boxeo pudieron dar a ciencia cierta con la pelea en cuestión, pero por las fechas se cree que fue la que protagonizaron Adolfo Ramírez con el francés Serge Caboche, por el título mediano, que fue ganada por KO por el galo en el quinto round.
Pero la pasión de Cortázar por el box se forjó en su infancia. El primer registro que se tiene es en “El noble arte”, donde Cortázar cuenta sus sensaciones de la pelea entre Dempsey y Firpo, famosa porque el argentino sacó del ring a su oponente pero lo ayudaron par volver y terminó ganando por KO en el segundo asalto. “En 1923 – cuenta Cortázar – los argentinos escuchábamos la traducción casi directa desde el Polo Grounds de New York, el relato del combate en el que Jack Dempsey retuvo el campeonato mundial de peso pesado al poner fuera de combate a Luis Angel Firpo. Yo tenía nueve años, vivía en Banfield y mi familia era la única del barrio que lucía una radio caracterizada por una antena exterior realmente inmensa. Buena parte del vecindario se instaló en el patio con visible azoramiento de mi madre, y el patrioterismo y la cerveza se aliaban como siempre en estos casos para vaticinar el aplastante triunfo de aquel que los yanquis habían llamado ‘el toro salvaje de las Pampas’, y que era sobre todo salvaje. Yo entonces no podía comprenderlo, pero esa noche en el Polo Grounds se enfrentaron el más grande de los campeones que haya dado el peso máximo con una especie de pared de ladrillos que hasta ese momento había barrido con todos sus contendientes. La pared de ladrillos empezó a hacer algo increíble: despidió a Dempsey por entre las cuerdas, lo tiró sobre las máquinas de escribir de los reporteros y si no hubiera ocurrido que el árbitro era yanqui y además perdió la cabeza, en ese momento Firpo hubiese sido campeón, pues el marqués de Queesberry, tenía bien establecido que un boxeador defenestrado ha de volver por cuenta propia al ring, y en cambio 30 manos levantaron a Dempsey, que estaba groggy y lo devolvieron a la lona, donde la campanilla lo salvó porque esa noche el buen dios estaba con la star spangled banner por donde se lo mirara”.
Ya en su adolescencia, Julio Cortázar sintió una profunda admiración por Justo Suárez, el Torito de Mataderos, a quien le dedicó uno de sus mejores relatos. “Era un boxeador extraordinario, brillante, espectacular y de una gran simpatía. Conectaba muy buen con la gente y también terminó perdiendo al final en los Estados Unidos. Su muerte fue trágica, abandonado por todos después de la derrota y afectado por una tuberculosis. Para mí su muerte fue un acontecimiento importante y me senté en una máquina cuando ya vivía en París y en dos horas escribí el cuento. Durante dos horas me sentí Justo Suárez y lo escribí como si fuera un boxeador”, reveló en una entrevista. Y agregó: “Yo he dicho alguna vez que iba a ver boxeo en el Luna Park con un libro bajo el brazo y era así. Era el joven esteta para que el box también era un espectáculo estético”.
Para Cortázar, el box era sin dudas, una de los lazos que más lo identificaban con la Argentina desde que decidió exiliarse en París. Hay citas más oscuras de su obra en las que deja bien en claro cuál era la importancia que tenía este deporte en su vida y en su obra. En “Un Tal Lucas”, por ejemplo, escribió: “De chico, Firpo podía más que San Martín y Justo Suárez que Sarmiento, pero después la vida le fue bajando la cresta a la historia militar y deportiva, vino un tiempo de desacralización y, sólo aquí y allá quedaron pedacitos de escarapela y Febo asoma”.
Y por último, ya en 1974, le dedicó un cuento a la pelea entre Monzón y Nápoles, que se realizó el 19 de febrero de 1974 en París. “La Noche del Mantequilla” tiene ribetes políticos y policiales, pero se inspiró en la pelea del argentino para escribirlo. “Es una pelea que me dejó un recuerdo muy especial. Así que cuando se me ocurrió la idea del cuento, que es una historia que tiene que ver con la política, la situé en aquella noche en el estadio”.
Los preferidos de Cortázar
Justo Suárez: “Fue con el que más me identifiqué. Para mí su muerte, en cierto modo, fue una tragedia personal”.
Carlos Monzón: “Era un boxeador cerebral, que usaba la cabeza para pelear. Y era demoledor. De una finura cruel para boxear. La pelea con el italiano Benvenuti es inolvidable”.
Sugar Ray Robinson: “Verlo moverse en el ring era una maravilla. Fue la más perfecta combinación del arte y la ciencia de boxear. Fue la flor final que entregó el box".
Nicolino Locche: “Me encantaba ir a verlo porque combinaba fuerza con astucia. Era realmente intocable. Lo admiré mucho”.
Miguel Angel Castellini: “Tiene mucho punch. Pero malogrará su carrera si no se decide a convertir la potencia física en ese mecanismo más complejo y eficaz que define a los grandes”.
Cassius Clay: “Me gustaba mucho su descaro, sus brabuconadas, ese estilo de desafío permanente. El decía que era “el más grande” y quizás lo haya sido".
http://www.ole.com.ar/blogs/partido_al_medios/Cortazar-relator-box_7_425427455.html
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