Por Por ZEINA KARAM | AP – mar, 29 mar 2011 09:32 ART
Miles de partidarios del régimen sirio salieron a las calles el martes para contrarrestar una oleada de disidencia popular que obligó al presidente Bashar Assad a prometer una serie de reformas y el levantamiento de un estado de emergencia vigente desde hace casi medio siglo.
Por lo menos 61 personas murieron desde el comienzo de las protestas el 18 de marzo, que provocaron la inmediata represión por parte de las fuerzas de seguridad, según el grupo de derechos humanos Human Rights Watch.
Assad, cuya familia gobierna Siria desde hace 40 años y siempre ha reprimido implacablemente el disenso, está tratando de calmar la furia creciente con una serie de concesiones.
Se prevé que hablaría a la nación en las próximas horas para anunciar la derogación de la ley de emergencia y otras restricciones sobre las libertades cívicas y políticas. El diario independiente Al-Watan dijo que se preveía la renuncia del gabinete el martes, durante su reunión semanal, lo que aparecería como una nueva concesión.
Las renuncias no afectarán a Assad, que concentra la mayor parte de los poderes en el régimen autoritario.
La violencia ha puesto de relieve las tensiones religiosas por primera vez en varias décadas. El tema es tabú en un país de mayoría suní gobernada por la minoría alawita, una rama del chiísmo. La mayoría de las posiciones de poder, incluida la presidencia, está en manos de los alawitas.
Sin embargo, la libertad económica y la prosperidad creciente le han granjeado a Assad el apoyo de la rica clase mercantil suní.
Muchos manifestantes el martes hicieron hincapié en la unidad nacional.
"El sectarismo religioso nunca fue un problema, esto es una conspiración contra Siria", dijo Jinane Adra, una siria de 36 años que viajó desde Arabia Saudí para expresar su apoyo al presidente.
"El pueblo sirio es uno solo, no hay lugar para las divisiones religiosas entre nosotros", dijo, acompañada por sus hijos de tres y cinco años que portaban rosas y retratos de Assad.
Presidente desde hace 11 años, cuando sucedió a su padre Hafez, Assad oscila entre la represión y las concesiones frente a las protestas que comenzaron el 18 de marzo y se extendieron a otras zonas.
El malestar tendría consecuencias mucho más allá de las fronteras de este país estratégicamente situado, dado su papel como principal aliado árabe de Irán y combatiente de vanguardia contra Israel.
Washington lo considera un factor de desestabilización regional. Damasco es aliado de la milicia libanesa Jezbolá y refugio de alas extremistas palestinas.
Sin embargo, el país ha tratado de superar el aislamiento internacional. Estados Unidos adoptó recientemente una posición conciliadora hacia Siria para tratar de alejarla de Irán, Jezbolá y Hamas, aunque con escasos resultados.
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