12/03/11
Luego del golpe de su muerte el jueves, los intelectuales reflexionan. Hoy lo homenajean en la Biblioteca Nacional.
Por Mauro Libertella
FINA ESTAMPA. CON SUS BIGOTES ICONICOS Y EN UNA BIBLIOTECA: UNA IMAGEN QUE LO DEFINE ENTERAMENTE.
Lo que el jueves a la noche fue un primer golpe emocional, mezcla de incredulidad y resignación, hoy se empieza a materializar bajo la forma del recuerdo y la reflexión. El escritor e intelectual David Viñas murió a los 83 años en un hospital de Buenos aires, esa ciudad cuyas tensiones leyó como nadie, y la efeméride tan reciente reverbera ahora en la memoria de sus amigos, colegas y de sus cientos de alumnos.
Hasta en los últimos momentos de hospital hablaba de la realidad argentina. La crítica literaria María Gabriela Mizraje dice que “el último día antes de su internación fuimos a cenar a La Opera y miramos las noticias y hojeamos el diario.
La Argentina ha sido su gran pasión ”. Y agregó: “fue su principal preocupación hasta el fin. Cuando ya no podía hablar, en terapia intensiva, me pasaba papelitos con palabras clave. Por ejemplo: “batalla de Caseros”.
A la hora de la revisión, en un intento imposible en medio de la elegía y el duelo, el Director de la carrera de Letras de la UBA, Américo Cristófalo, subraya “la cualidad actoral de David, que fue siempre un rasgo central en su acción y en su modo de leer la literatura”. Incluso en sus últimos días, dice, “volvimos a recuperar esa gestualidad dramática tan reconocible en David”.
En la misma línea, uno de sus ex alumnos, el escritor Federico Jeanmaire contó: “en una clase en el 84 se enojó y terminó dando la clase de espaldas. Ir a sus clases era como asistir a pensamientos que salían de las entrañas de alguien. Tenía una manera de cruzar política y literatura que iba más allá de lo obvio, una mirada muy inteligente”. También evoca aquella primera electricidad de alumna Josefina Delgado, subsecretaria de Cultura porteña: “Propusimos la candidatura de Viñas para una cátedra paralela de Literatura Argentina. Sentíamos que con esa propuesta rompíamos con la apolillada tradición de falta de compromiso. Pero las autoridades sacaron a relucir cierto incumplimiento de David respecto de un subsidio, y con eso nos aniquilaron. Pasaron muchos años antes de que pudiera ocupar la cátedra en su país, pero fue nuestro maestro mas allá de las formalidades institucionales”.
Uno de sus editores, Daniel Divinsky, trae una anécdota que lo condensa todo: en un encuentro nocturno en un bodegón le puso como nombre a una antología que compliaba a autores como Cortázar y Marechal “Buenos Aires, de la fundación a la angustia”.
Por su parte, la profesora, crítica y editora de Eterna Cadencia, Leonora Djament, desliza recuerdos intelectuales como fragmentos de una biografía emocional: “Contorno y su candidatura a intendente de la Capital Federal en los 80 –cuando propuso cambiar los semáforos para que el rojo significara avanzar– y las cachetadas que significaban a veces sus clases de literatura argentina”.
Los jóvenes de la revista Web El Interpretador preparan su próximo número con un eje fuerte en Viñas. Sebastian Hernaiz, uno de sus editores, dice que “ reeinventó la forma de leer la literatura argentina de un modo que justifica que hoy se la estudie con pasión ”.
La sensación que tenemos todos la resume perfecta Horacio González: “Es el fin del ciclo sartreano, que abarcaba otras miradas, las de un intelectual al margen del estado, con su voz propia, con una figura que se explica por sí misma. Hay un lugar común cuando se muere una figura tan fuerte: parece que se acaba una época”.
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