La resistencia de los chicos
POR GUSTAVO SIERRA, VARSOVIA, ENVIADO ESPECIAL
En los últimos días de julio y los primeros de agosto de 1942 un grupo de jóvenes judíos confinados en el Gueto de Varsovia organizaron las primeras células de lo que sería la resistencia judía más importante contra el genocidio nazi. Los líderes fueron jóvenes de poco más de 20 años. Fuimos a buscar los rastros que quedan de estos acontecimientos en Varsovia y hablamos con los sobrevivientes aquí en Argentina.
03/08/12 - 15:23 clarin.com
Las dos o tres placas recordatorias y un mapa distinguen de alguna manera este muro. De lo contrario pasaría tan desapercibido como cualquier otra pared de ladrillos rojos sin revocar. A cada lado hay unos pequeños jardines. Y pegados ya aparecen unos departamentos también sin mayor trascendencia. La casa original está más separada. Es una construcción típica centroeuropea que da entrada a este patio por una reja de la que cuelga la dirección: Zlota 62. El muro de ladrillos es una de las muy pocas construcciones que quedan en pie de lo que fue el famoso gueto de Varsovia, la zona en el centro de la capital polaca donde fueron confinados casi medio millón de judíos polacos y desde donde partieron hacia el exterminio. El muro ese es una de las muy pocas construcciones que quedan en pie de lo que fue el barrio judío más grande y efervescente de Europa hasta fines de los años treinta.
A unas diez cuadras de allí, en el 6 de la calle Leszno, no hay ni muro ni placas. Un boulevard cercano a la avenida Okopowa en el que el número 6 ya no existe. Hay una línea de monobloques grises de la era soviética. Allí funcionó, desde el 16 de noviembre de 1940 en que los alemanes nazis que habían invadido Polonia cerraron el gueto con un muro de 18 kilómetros y su destrucción total en mayo de 1943, lo que sería lo más cercano al cuartel general de la resistencia judía más importante contra el extermino. En esa casa, hace exactamente 70 años esta semana, se organizaron algunas de las reuniones que terminaron con la concreción de la Organización Judía de Combate, ZOB (Zydowska Organizacja Bojowa) que protagonizó el Levantamiento del gueto entre abril y mayo de 1943.
Allí, en Leszno, ya funcionaba una radio y una imprenta clandestina y por una suerte burocrática quedó como un edificio habitado por muy poca gente. En cualquier otro lugar del gueto vivían siete personas por habitación. El que venía organizando todo esto era un chico de apenas 23 años, Mordechai Anielewicz, que se había formado en grupos juveniles sionistas de izquierda y que había demostrado desde muy chico sus dotes de liderazgo. No se sabe exactamente quienes otros participaban de las reuniones en las que se fue armando la resistencia pero poco después aparecieron entre los comandantes Antek Tzukerman (del Dror), Marek Edelman (del Bund, el partido socialista judío), Mijoel Rosenfeld (comunista) y Hersch Berlinski (Poalei-Sion). También estaba la novia de Mordechai, Mirna Fruchrer, de la que se cuentan varias acciones heroicas. Hasta ese momento, la mayor actividad estaba centrada en la elaboración y distribución del diario clandestino Négued Hazérem (Contra la corriente). Pero ya no había equívocos, los nazis habían comenzado a exterminar a los alrededor de 400.000 judíos que vivían confinados en el gueto y necesitaban defenderse.
“Sí, me acuerdo de los que estaban en la resistencia. Eran chicos muy jóvenes, apenas un poco mayores que yo que tenía 13 o 14 años. Les faltaba ya la familia o se los estaban llevando. No tenían nada que perder. Usted sabe que el mayor tiene miedo pero los jóvenes no y pueden hacer lo que quieren”, cuenta Eugenia Unger, sobreviviente del gueto de Varsovia y de cinco campos de concentración, que vive en Buenos Aires desde 1948. Me muestra el número tatuado por los nazis y que aún es perfectamente visible en su brazo y sigue contando: “Se escondían en algunas casas clandestinas y para trasladarse por el gueto sin que los vieran se metían por las alcantarillas. Eran muy ágiles”.
A principios de 1941 (otros historiadores colocan este hecho más adelante en el tiempo) ya había habido un primer enfrentamiento con los judíos colaboracionistas que ejercían de policía interna (Jüdischer Ordnungsdienst) y algunos soldados nazis. Eso sólo exacerbó la represión. Lo único que consiguieron en ese tiempo es que el Judenrat, el consejo de gobierno interno nombrado por los nazis, saboteara el envío de contingentes para ser llevados a los campos de concentración. Los jóvenes que lograban sobrevivir al trabajo esclavo se reunían a la noche en la calle Leszno y otras casas del barrio para discutir la mejor estrategia. ¿Debían huir a los bosques e iniciar allí una guerra de guerrillas? ¿Es mejor resistir y sabotear a los nazis desde acá adentro? Mordechai creía que debían quedarse y formar un movimiento armado clandestino porque allí tenían la fuerza que le daba el casi medio millón de judíos.
“Mis padres me contaron que hubo muchas discusiones sobre si tenían que iniciar un movimiento armado o no. Era una cuestión moral para ellos. Por ejemplo, mis padres que eran del Bund, el partido socialista, se opusieron por un tiempo a la resistencia armada hasta que no hubo más remedio”, me cuenta la sicoanalista Zully Peusner, cuyos padres fueron parte de la resistencia en Varsovia y vivieron, luego, en Argentina más de medio siglo. “Luego, mis padres militaron en otra organización que se llamó Zegota (una rama de la resistencia nacionalista polaca, coordinada por el gobierno polaco en el Exilio desde Londres y que tenía por objetivo ayudar a los judíos confinados en los guetos, entre otras cosas a escaparse) y de la que participaban tanto judíos como no judíos y que tenían una red clandestina en lo que llamaban la “zona aria” fuera del gueto”.
El 20 de enero de 1942 en una reunión de generales y líderes nacionalsocialistas alemanes en una residencia de Wannsee, en las afueras de Berlín, se había decidido la exterminación de todos los judíos de Europa. A ésta acción se la denominó Solución Final y comenzó con la Operación Reinhard que consistía en el exterminio de los judíos de Polonia. Para eso se construyó el campo de concentración de Treblinka, ubicado a 100 kilómetros al noreste de Varsovia, cerca de la aldea de Malkinia Górna, a unas 20 cuadras de una estación de trenes muy poco conocida hasta entonces. El 22 de julio comenzó la Grodze Umsiedlungsaktion (la gran acción de realojamiento). La comandancia nazi informó al Judenrat que todos los judíos del gueto de Varsovia, exceptuando los que hacían trabajo esclavo en fábricas alemanas –y esto incluía a los propios miembros del consejo de gobierno, sus familias, los policías colaboracionistas y hasta enfermeras y médicos del hospital—serían deportados “al Este”. Para esto, la policía judía debía llevar 6.000 judíos por día hasta la estación de trenes de la deportación, la Umschlagplatz. En aquel entonces, era la parte de atrás de una estación ferroviaria de carga. Hoy el lugar está marcado por un monumento en honor a los 300.000 deportados sobre la avenida Stawki por donde corren modernísimos tranvías.
Para imponer el terror y hacer que las familias fueran a la estación, los nazis sacaban a grupos enteros y los fusilaban delante de todos. Entre los caídos estuvo la esposa de Adam Czerniakow, el presidente del Judenrat, el consejo judío. “No puedo soportar más todo esto. Mi acto mostrará a todos que es lo correcto hacer”, escribió en una nota de despedida. Mordechai y los otros chicos entendieron todo esto como un grave error. Si te van a matar, no te suicides, decían. Y ese mismo día, el 23 de julio hicieron la primera reunión que terminaría en agosto con la concreción de la ZOB, la Organización Judía de Lucha que tenía unos entre 300 y 500 miembros. Al mismo tiempo, los sionistas de derecha armaron otra red clandestina, la ZZW, la Unión Judía de Lucha, con un número más pequeño de combatientes. Así comenzaba “la resistencia de los chicos” que culminaría nueve meses más tarde con el Levantamiento del Gueto.
A unas diez cuadras de allí, en el 6 de la calle Leszno, no hay ni muro ni placas. Un boulevard cercano a la avenida Okopowa en el que el número 6 ya no existe. Hay una línea de monobloques grises de la era soviética. Allí funcionó, desde el 16 de noviembre de 1940 en que los alemanes nazis que habían invadido Polonia cerraron el gueto con un muro de 18 kilómetros y su destrucción total en mayo de 1943, lo que sería lo más cercano al cuartel general de la resistencia judía más importante contra el extermino. En esa casa, hace exactamente 70 años esta semana, se organizaron algunas de las reuniones que terminaron con la concreción de la Organización Judía de Combate, ZOB (Zydowska Organizacja Bojowa) que protagonizó el Levantamiento del gueto entre abril y mayo de 1943.
Allí, en Leszno, ya funcionaba una radio y una imprenta clandestina y por una suerte burocrática quedó como un edificio habitado por muy poca gente. En cualquier otro lugar del gueto vivían siete personas por habitación. El que venía organizando todo esto era un chico de apenas 23 años, Mordechai Anielewicz, que se había formado en grupos juveniles sionistas de izquierda y que había demostrado desde muy chico sus dotes de liderazgo. No se sabe exactamente quienes otros participaban de las reuniones en las que se fue armando la resistencia pero poco después aparecieron entre los comandantes Antek Tzukerman (del Dror), Marek Edelman (del Bund, el partido socialista judío), Mijoel Rosenfeld (comunista) y Hersch Berlinski (Poalei-Sion). También estaba la novia de Mordechai, Mirna Fruchrer, de la que se cuentan varias acciones heroicas. Hasta ese momento, la mayor actividad estaba centrada en la elaboración y distribución del diario clandestino Négued Hazérem (Contra la corriente). Pero ya no había equívocos, los nazis habían comenzado a exterminar a los alrededor de 400.000 judíos que vivían confinados en el gueto y necesitaban defenderse.
“Sí, me acuerdo de los que estaban en la resistencia. Eran chicos muy jóvenes, apenas un poco mayores que yo que tenía 13 o 14 años. Les faltaba ya la familia o se los estaban llevando. No tenían nada que perder. Usted sabe que el mayor tiene miedo pero los jóvenes no y pueden hacer lo que quieren”, cuenta Eugenia Unger, sobreviviente del gueto de Varsovia y de cinco campos de concentración, que vive en Buenos Aires desde 1948. Me muestra el número tatuado por los nazis y que aún es perfectamente visible en su brazo y sigue contando: “Se escondían en algunas casas clandestinas y para trasladarse por el gueto sin que los vieran se metían por las alcantarillas. Eran muy ágiles”.
A principios de 1941 (otros historiadores colocan este hecho más adelante en el tiempo) ya había habido un primer enfrentamiento con los judíos colaboracionistas que ejercían de policía interna (Jüdischer Ordnungsdienst) y algunos soldados nazis. Eso sólo exacerbó la represión. Lo único que consiguieron en ese tiempo es que el Judenrat, el consejo de gobierno interno nombrado por los nazis, saboteara el envío de contingentes para ser llevados a los campos de concentración. Los jóvenes que lograban sobrevivir al trabajo esclavo se reunían a la noche en la calle Leszno y otras casas del barrio para discutir la mejor estrategia. ¿Debían huir a los bosques e iniciar allí una guerra de guerrillas? ¿Es mejor resistir y sabotear a los nazis desde acá adentro? Mordechai creía que debían quedarse y formar un movimiento armado clandestino porque allí tenían la fuerza que le daba el casi medio millón de judíos.
“Mis padres me contaron que hubo muchas discusiones sobre si tenían que iniciar un movimiento armado o no. Era una cuestión moral para ellos. Por ejemplo, mis padres que eran del Bund, el partido socialista, se opusieron por un tiempo a la resistencia armada hasta que no hubo más remedio”, me cuenta la sicoanalista Zully Peusner, cuyos padres fueron parte de la resistencia en Varsovia y vivieron, luego, en Argentina más de medio siglo. “Luego, mis padres militaron en otra organización que se llamó Zegota (una rama de la resistencia nacionalista polaca, coordinada por el gobierno polaco en el Exilio desde Londres y que tenía por objetivo ayudar a los judíos confinados en los guetos, entre otras cosas a escaparse) y de la que participaban tanto judíos como no judíos y que tenían una red clandestina en lo que llamaban la “zona aria” fuera del gueto”.
El 20 de enero de 1942 en una reunión de generales y líderes nacionalsocialistas alemanes en una residencia de Wannsee, en las afueras de Berlín, se había decidido la exterminación de todos los judíos de Europa. A ésta acción se la denominó Solución Final y comenzó con la Operación Reinhard que consistía en el exterminio de los judíos de Polonia. Para eso se construyó el campo de concentración de Treblinka, ubicado a 100 kilómetros al noreste de Varsovia, cerca de la aldea de Malkinia Górna, a unas 20 cuadras de una estación de trenes muy poco conocida hasta entonces. El 22 de julio comenzó la Grodze Umsiedlungsaktion (la gran acción de realojamiento). La comandancia nazi informó al Judenrat que todos los judíos del gueto de Varsovia, exceptuando los que hacían trabajo esclavo en fábricas alemanas –y esto incluía a los propios miembros del consejo de gobierno, sus familias, los policías colaboracionistas y hasta enfermeras y médicos del hospital—serían deportados “al Este”. Para esto, la policía judía debía llevar 6.000 judíos por día hasta la estación de trenes de la deportación, la Umschlagplatz. En aquel entonces, era la parte de atrás de una estación ferroviaria de carga. Hoy el lugar está marcado por un monumento en honor a los 300.000 deportados sobre la avenida Stawki por donde corren modernísimos tranvías.
Para imponer el terror y hacer que las familias fueran a la estación, los nazis sacaban a grupos enteros y los fusilaban delante de todos. Entre los caídos estuvo la esposa de Adam Czerniakow, el presidente del Judenrat, el consejo judío. “No puedo soportar más todo esto. Mi acto mostrará a todos que es lo correcto hacer”, escribió en una nota de despedida. Mordechai y los otros chicos entendieron todo esto como un grave error. Si te van a matar, no te suicides, decían. Y ese mismo día, el 23 de julio hicieron la primera reunión que terminaría en agosto con la concreción de la ZOB, la Organización Judía de Lucha que tenía unos entre 300 y 500 miembros. Al mismo tiempo, los sionistas de derecha armaron otra red clandestina, la ZZW, la Unión Judía de Lucha, con un número más pequeño de combatientes. Así comenzaba “la resistencia de los chicos” que culminaría nueve meses más tarde con el Levantamiento del Gueto.
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